La noche tranquila como ojos somnolientos se cuela entre las cortinas blancas, y el silencio se acurruca entre los restos de un recuerdo. La luna blanca sobre mi acaricia todo con su luz fantasmal, con sus reflejos de plata; pero el sol, gigante omnipotente, con su fuego se a instalado bajo mi piel. Es el calor del mundo girando, es la briza bajo los arboles y el monótono canto de las chicharras la que vive en mi corazón.
La frescura del rocío que como perlas se enredan en mi cabello, en la oscuridad, el ronroneo del ventilador es como una canción de cuna, la bóveda celeste con su millar de estrellas me abrazan con suavidad, y el canto de las ranas me acompaña mientras me deslizo al infinito.
La eternidad detenida en un pedacito de mar, con su mil aventuras lentas como segundos y veloces como milenios es el mayor secreto que con nosotros comparte el verano.

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