Las gaviotas planean sobres mareas invisibles, a solo unos metros de nosotros, a la distancia de un suspiro, de un brazo extendido y unos pasos en el vacío, justo por encima del suelo, justo por debajo de las nubes, sus alas extendidas, sutiles como una liebre sobre la nieve, blanco a al blanco, gris al gris.
Las olas se arrojan contra la orilla, calando la roca, cantando melodías de espuma y ancestros, de sirenas y monstruos, de vida en su inicio y en su final. Justo debajo de nuestros pies el mar se arremolina, se mezcla el agua, el tiempo y la arena.
El horizonte se extiende, esfumado por la nivela, sin limite definidos. El horizonte esta frente a nuestros ojos y en nuestra piel, nos acaricia como la brisa y nos refugia como una cálida cueva. Es nuestro paisaje, nuestro hogar, nuestro planeta olvidado, iluminado por la incandescente luz de de una estrella.

No hay comentarios:
Publicar un comentario