Bajo las nubes de oro en aquel jardín que era el mundo, con los rayos del convaleciente sol bañándolo todo, dándole un halo de calidez, Helena no pudo mas que sonreír.Siempre se sintió disgustada por lo que conllevaba ser ella; las peores maldiciones se escondían en donde las personas menos las buscaban, se disfrazaban de dones, para que fuera imposible delataras. Seria una mentira decir que besada ser otra persona, pero aveces, cuando la guerra se desataba sobre su cabeza, con su rostro como único causante, entonces, solo quería ser un poco menos ella.
Podía imaginar lo que seria de ella, lo que seria de ese pueblo, pero no quería pensar en ello. Así que prefirió crear miles de años, y recorrerlos con la delicadeza de una ninfa. Dejó que sus ideas fueran y vinieran, a algún tiempo distante donde alguien mas estaría contemplando un ocaso, tan igual y tan distinto. Sintió como suya esa libertad inherente en aquel ser del mañana, y sus corazones se fundieron en el vuelo de un ave. Sus ojos fueron los mismos, y por primera vez desde que recordaba, no sintió la preocupación de ser.
Toda su vida era un gran lío, pero allí, en ese momento, en ese lugar, con el futuro y el pasado danzaban en ese solo instante, cualquier problema paresia menos importante que aquello que susurraba la voz del viento...
Quizás lo era...

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