Con las manos en los bolsillos, él vio como se se alejaba, de apoco, aquella ilusión.
aquel secreto echo añicos,
aquel espejo roto.
Dolía desprenderse, le flaqueaba la voluntad, le pesaba el corazón,
pero no pesaba mas que la venda en sus ojos,
pero no flaqueaba mas que su paciencia, que su resistencia a las mentiras.
Las paredes se sentían pesadas,
lo atrapaban,
lo apretaban,
la oscuridad sin fin dejo su lugar a la prisión,
y por un segundo deseo nunca haber visto lo que se le ocultaba,
de lo que se ocultaba.
Pero ya no había marcha atrás,
pero ya no podía ni quería retroceder,
por es no se permitió cerrar los ojos, ni caer en la desesperación,
se puso firme sobre sus pies,
y apunto
su mirada
hacia su
única
salida . . .
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