sábado, 17 de diciembre de 2016

instantánea de una tarde de diciembre


En eses preciso intensamente, en el que párese que el viento acaricia con sus manos suaves toda mi piel, en que las abejas zumban, tan compenetradas en su mundo de flores y néctar, y en el que el suelo bajo mi espalda me permite descansar todo aquello que cargo en ella, entonces, simplemente dese que el tiempo se detenga. Que toda mi vida transcurra en un segundo, y que ese segundo dure mil años.

las luces del atardecer se cuelan entre las ramas del gran árbol que se encuentra a mi derecha, tan amarillas como el pasto que en ese momento es mi cama. las abejas continúan revoloteando de aquí para haya y yo solo puedo desear poder capturar la magia del momento y con ella bañar todos mis días.

a lo lejos escucho al mundo revivir, traídos de vuelta por la fresca brisa, luego de perecer los azotes del sol veraniego. los murmullos las personas cuando son acariciadas por los soplos del viento, las charlas de las ramas de los ramas, las risas traviesas de niños y el cantar de los corazones. 

en mi mente se abren mil y una posibilidades, los opuestos choca y se funden y soy arrastrada a una pacifica locura. Me siento tan llena de energía y de a la vez de cansancio, y la alegría besa a la tristeza, y... en fin... solo otra tarde de diciembre.


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