Luego de que te fuiste me descubrí siendo yo y siendo tu, o mas bien, siendo esa parte tuya que se volvió mía, esa parte de ti que siempre fui yo. Quizá ahora no seas en mi mente más que un mundano recuerdo sobre una diosa pagana, pero te aseguro que jamas me desprendí, ni por un segundo, de esos rincones de mi alma en los que aun habitas.
No creo que leas esta carta, aunque seguro su esencia te llegara, pues en ella se refleja un pedacito de mi que te pertenece a ti. Quería cantar una oda a tus manos, dedicarte mil y un sonetos, o algo así de grandilocuente, épico e impresionante, pero aquí y ahora, frente al papel y la pluma, frente a tu reflejo y justo en frente a mi reflejo (es que mi mano pinto siguiendo la tuya), no se que decirte, en verdad, más que gracias. Gracias por regalarme las palabras, por darme ojos para ver la belleza, y corazón para sentir el mundo.




