Estrellas se aglomeran en sus venas
y se derraman por la punta de sus dedos.
Brillante resplandor que se pierde
en los infinitos conocidos
de una carretera nueva.
Miles de luciérnagas
sobre un silencioso campo de batalla,
miles de fusiles quebrados
y una sola mirada.
Las lagrimas podrán rodar por sus mejillas,
pero en sus ojos teñidos de tierra
no queda más tristeza ni soledad.
Tinta azul primaveral trae desde el mar
espuma, peces y tambores de metal y cristal.
Golpes de tiempo en el viento
entre las nubes y las amapolas sonaran.
Con sus vestidos, repiqueteos sonaran.
En las iglesias y entre las palomas sonaran.
Las doce menos cinco y sube,
escalón más escalón,
trecientos de una vez.
Tan alto para vibrar como su propia voz,
tan lejos en el cielo para cantar a todo pulmón.
Retumba su aliento en los techos,
como una declaración.
"Resuena,
como una piedra en un lago,
resuena,
como una espada en el piso del salón,
canción para detener todas las guerras.
Resuena,
y no te olvides, por favor,
ni a ti misma,
ni mis cielos,
ni a mis nudillos,

